jueves, 19 de septiembre de 2013

Diario de abordo VII

Día treinta y tres de un mes cualquiera del año en el que volvimos al principio.

Queridos navegantes de esta locura:

          Las velas no tienen ni una sola sutura, el viento las mece a tal velocidad que es casi imposible visionar nuestra nave, como dirían muchos nos va como viento en popa. Las bodegas están colapsadas de oro y diamantes, las bodegas están borrachas y solo llevan los incontables barriles de ron. ¿Nos podría ir mejor? La verdad es que si la perfección existiera, esto seria su definición.

          Todo este tiempo, mientras nuestra nave roza ligeramente el agua, los camaradas intentamos rebajar el nivel del dorado elixir, me he estado repitiendo una frase una y otra vez. Quizás mentira, o puede que verdad,  eso es un dato absolutamente insignificante en esta historia. De tanto repetirlo, tanto en voz alta como en voz baja, me lo terminé creyendo tanto que hasta que me lo dijeran las otras personas me sonaba igual de real. Pero, compañeros, esto solo duró hasta que recibí un choque de realidad. ¡Blas! ¡Pum! ¡Paff!. A mis oídos fue mas estrepitoso que el sonido del rugir de los cañones.

          Y entonces, ¡batacum tan pum!, toda la realidad se me vino en cara. Y todo ese trabajo, surrealista y inservible, solo cumplió con su función. Y ahora solo me queda una pregunta, una duda sin resolver, un come come... ¿Y ahora qué? Afrontar todo lo que viene y mirar al kraken a la cara. Directamente a los ojos, dejar que sus pupilas se claven en tu cerebro y que su gruñido infernal, se te quede en la memoria, como la canción que empiezas a cantar a primera hora de la mañana y no paras hasta que te desconectas...

"Ron, ron, ron la botella de ron. Brindamos, cantamos, reímos, lloramos, gritad compañeros YOHO. Yoho, Yoho, con la botella de ron..."

          Lo de después, no os lo puedo predecir. No se ni siquiera deciros que pienso hacer, pero hasta que no sea capaz de mirarle a los ojos, simplemente intentarlo, echarle valor, morro y muchos pero que muchos huevos. Por que esta vida es como las mujeres de Puerto Calavera, que o sabes como manejarlas o terminas borracho en una pocilga con cerdos.

          Con la botella de ron en una mano y la brújula en el otro, marcando a cualquierotraparte, se despide vuestro capitán. 

domingo, 8 de septiembre de 2013

eso

     Él cruzó la puerta, yo seguí ahí, tumbada en la cama, leyendo mi libro como si fuera ajena a todo lo que él hacia, miraba o decía. Tenía que seguir con mi falso fingimiento de lo sumamente cabreada que me encontraba en ese momento. (¡Sabéis de lo que hablo perfectamente, hacerle sufrir un poquito haciendóle pesar que estás muy enfadada, cuando no es así. Volvamos a la historia). Escondida detrás de mi libro, observaba por el rabillo del ojo lo que él hacia. Me miraba, sabía que le estaba mirando, me sonreía y yo me volvía a esconder detrás de mi libro a esbozar la mía.

     Pasamos así como media hora, cada cierto tiempo yo pasaba una página para que mi coartada no fallara en ningún momento. Él estaba simplemente concentrado en mirarme y sonreírme, estábamos los dos cien por cien metidos en el juego, no sabía como iba a terminar pero era divertido jugar. Cerré el libro, supuestamente lo tendría que haber acabado... ¿Y ahora que hacía para seguir fingiendo mi enfado?, necesitaba pensar algo rápido. Y le miré, ahí estaba, sentado en la cama a mi lado, mirándome fijamente.  Le di la espalda, ya no podía aguantar mi sonrisita, como me encandila este hombre.

     Ya no le veía, asique no podía intuir ninguni de sus siguientes movimientos. Sumergida en lo que podria pasar, noté un dedo sobre mi espalda, dibujaba figuras raras. Mientras mi piel se erizaba, hacia como que no sentía nada... Oí una carcajada, y de pronto... muchos besos por la espalda. Mas caricias, mas besos y tontunas de esas que nos vuelven locas a las chicas.