- ¡Que buena es esta canción! - no paraba de repetirse mentalmente
mientras que seguía inmersa en su mundo.
Llevaba una hora más o menos metida en aquella cúpula y había
escuchado como mucho cinco canciones. Cada dos por tres volvía a escuchar la de
Imagine Dragons. No entendía porqué pero esa canción tenía un noseque y un
queseyo que hacía que no pudiera parar de escucharla.
Tenía cosas que hacer para la universidad, pero intentaba alargar
lo máximo posible el tiempo en su mundo. Miraba el reloj y calculaba las horas
que podía pasar haciendo los deberes, luego hacía un cálculo mental redondeando
a su favor, y decidía que aun podía pasar un rato más en aquella burbuja. De
esta forma pasó la mitad de la tarde, antes de que se decidiera hacer algo.
No sé muy bien que pasa, en las tardes que son como esta, que
cuando te quieres dar cuenta entre tu mundo y los deberes, ha pasado ya casi
toda la tarde y no te ha cundido tanto como esperabas. Esto le pasó a Sara,
cuando se quiso dar cuenta, estaba Marta en la habitación con ella
preguntándole que quería de cena. Bajaron las dos a la cocina, se iban a hacer
una ensalada y poco más. Se habían puesto moradas con la paella y tampoco
tenían muchas ganas de cenar mucho.
Abajo, estaban todos reunidos entornos a la televisión, como todos
los domingos por la noche echaban Modern Family en Neox. Pasaron de largo. Se
pusieron a preparar su mega-ensalada, era fácil y estaba deliciosa: Lechuga,
palitos de cangrejo, maíz, queso y, lo que a todo el mundo le parecía rarísimo,
piña. Mientras preparaban aquel manjar, Sara se dio cuenta de que había
demasiado silencio para estar con Marta, nunca la había visto tan callada.
- Va, Marta, suéltalo.
- ¿El qué?, no pasa nada - contestó ella sin apartar la mirada de
la lechuga
- Venga siempre estas contándome cosas, no te gustan los
silencios, y llevas 10 minutos sin decir ni una palabra... ¿Qué pasa? -
Palabras que iban seguidas de la mirada de "te he pillado"
- Estoy un poco cagada, con el tema de la puerta y todo esto, no
te lo he querido comentar porque no quiero parecer una miedica, pero la verdad
es que me da mucha cosa... no se... rayadas mías supongo.
- Ei, va, no te preocupes no pasa nada, en el fondo a todos nos da
un poco de yuyu, al menos intriga, pero bueno, piensa que seguramente no sea
nada.
Marta sonrió, aunque sin mucha convicción y volvió a su ensalada.
Sara no sabía muy bien que decir, sentía lo mismo que ella pero no lo quería admitir.
En el fondo todos se sentían un poco así. Enseguida Marta sacudió un poco la
cabeza, como negando todo en el mundo y volvió a hablar.
- ¡TIIAAA! ¡Que no te has enterado!
- ¿Qué pasa?
- Al final Anna y Jordi están como de rollo, que lo han estado
hablando y tal y que quieren ver "cómo va la cosa", algo así. Asique
ya tenemos la primera parejita de la casa... - Sara puso cara de sorprendida,
aunque en realidad le daba igual - Bueno... y creo que ya sabemos cuál será la
segunda ¿no? – mientras ponía la misma cara que le había puesto Sara unos
minutos antes.
- ¿Qué? ¿Qué dices? ¿Quién es la segunda?
- Nada, yo no digo nada, que si no luego todo se sabe.
Sara se quedó dándole vueltas al asunto durante un rato. ¿Qué
narices pasaba? Decidió que llevaba un día en el que el cupo diario de pensar
estaba más que cubierto y que, si seguía así, la cabeza empezaría a echar humo
y explotaría. Así que, dejaría las palabras de Marta a un lado y se centraría
en cenar e irse a dormir. Mientras que cenaban, estaban hablando de los mismos
únicos temas que se habían hablado durante el día.
Estaban todos sentados alrededor de la caja tonta, sin hablar, ni
hacer el más mínimo ruido. Dejándose atrapar por aquellos personajes amarillos
animados, cuando de repente se fue la luz. Unos cuantos, pusieron el flash del
móvil a modo de linterna y emprendieron su camino hacia los interruptores. Xavi
se limitó a gritar desde su cuarto: "¡La luz!". Mientras tantos todos
estaban con el móvil, mirando las diferentes redes sociales, contestando
mensajes o simplemente jugando a algún juego. Pasó un segundo, o ni siquiera
todo eso, cuando volvió la expedición encargada de encender la luz:
- Oye, que no hay ningún interruptor bajado, no sabemos cómo
volver a poner la luz - dijo el capitán de la expedición: Jordi.
- Que sí tío, tiene que haber alguno, si no tenemos que llamar a
un electricista y es toda la putada.- Pedro
- Ve tú si quieres...
No dejaron terminar la conversación cuando se oyó como alguien
golpeaba la puerta. Todos se asustaron, no se lo esperaban. Se miraron los unos
a los otros en silencio. Jordi y Pedro fueron los valientes que cortaron ese
juego de miradas y se fueron a abrir la puerta. Por muy machitos que se
hiciera, y quisieran aparentar que nada en el mundo entero les daba miedo, se
acercaban muy despacio, mientras seguían oyendo los golpes. Las mentes de todas
las personas que había en aquella casa no hacían más que imaginarse todas las
opciones posibles como con la puerta. Jordi cogió las llaves que estaban
colgando de la cerradura de la puerta, las giró dos veces, miró a Pedro. Este
le devolvió un gesto de "venga ábrela". Jordi siguió con su
procedimiento, lento y acojonado. Bajo el manillar, antes de abrir la puerta
definitivamente volvió a chequear la cara de Pedro, nadie podía aguantar más la
tensión.
- ¿Que cojones pasa? - Todos saltaron de sus sitios y miraron
hacia donde procedía la voz, era Xavi.
Nadie le hizo caso, con la mirada le mandaron callar. Jordi
consiguió abrir la puerta finalmente, parecía una de aquellas veces en las
películas que alguien llama a la puerta y solo hay un paquete en el suelo. Nada
más. Siguiendo el protocolo de Hollywood
miró hacia afuera, a ver si por alguna casualidad el asesino se dejaba ver por
alguna esquina. Cogió el paquete, y nada más cerrar la puerta, la luz volvió.
La sensación y la atmosfera que se respiraba no es fácil de describir, unos
estaban acogonados, otros simplemente intrigados, todos estaban callados, la
tele se había vuelto a encender y junto a ella unos cuantos sustos se propagaban
por el aire.
Un paquete encima de la mesa, todos sentados alrededor
de este, sin hablar, mirando fijamente como si tuvieran rayos X y pudieran
descubrir que había en su interior. Era un paquete pequeño, no más grande que
una caja de zapatos, ni siquiera más grande que un libro. Sin remitente ni
destinatario, característica obvia en estas ocasiones.
-¡Ya está! ¿¡Estoy harta, que narices pasa aquí!? – Decía Carla
mientras se levantaba del sofá, en una mezcla de enfado y miedo.
-¡Cálmate, seguramente no sea nada! – gritó alguien desde el otro
ricón del salón, seguramente o Pedro o Rubén – Esto parece una película mala de
Hitchcock
-Bueno abrimos esto… ¿O qué? – dijo Sara
Gerard fue el primero en atreverse a tocar el paquete
de nuevo, rompió el celo que cubría todo el paquete, de este marrón que solo
usas cuando es algo muy importante, cuando te quieres asegurar de que nada le
pueda pasar a lo que hay en su interior. Buscó la solapa que estaba más fácil
de abrir y tiró de ella. Este movimiento hizo que lo que había en el interior
del paquete saliera desparramado por toda la habitación. Un vaso de la fiesta
del día anterior, una carta lacrada y una llave.
-¿Qué narices? – Volvió a decir esa voz que Sara no
podía identificar
-Lee la carta ¡ya!
Por suerte o por desgracia, la carta había ido a parar
a los pies de Anna. Esta la cogió y mirando a todos sus compañeros la abrió:
“No podéis hacer
más fiestas en la casa.
Fdo.
El casero”
Tras un silencio y otro juego de miradas, Jordi rompió
el silencio:
-Esto es una broma de alguien, o algún vecino amargado
que no echa una cana al aire desde hace mucho. Se aburre y esta mañana ha decidido
hacernos de señora de la limpieza. ¡Bah!
Nadie le contestó, unos cuantos asintieron aunque sin
mucha convicción, mientras que los otros se dedicaban a mirar a puntos
inconcretos de la habitación buscando su propia historia en la cabeza. Podía
ser el verdadero casero que estaba cabreado por cómo le habían dejado el
jardín, asique después de limpiarlo decidió meterles un poco de miedo en el
cuerpo. Podía ser alguien de la fiesta que en su eterno aburrimiento les había hecho
esa carta, aunque eso no le daba explicación al jardín. Había tantas opciones y
algunas que daban tanto miedo que era mejor ni pensarlo. Volvió la misma lluvia
de ideas que había ocurrido con la puerta. Millones de posibles posibilidades
que dejaban volar la imaginación de una generación adicta a las telenovelas y
los reinos medievales.
Conclusiones, no sacaron ninguna. Aunque poco a poco
quedaba menos gente en el salón que diera su opinión. Ahí sí que pasaron horas,
aunque a ellos mentalmente no les pareciera tanto tiempo, los ojos de algunos
empezaban a cerrarse aunque fuera la situación más interesante que les hubiera
pasado en mucho tiempo. Xavi fue el primero en desaparecer, que tras leer la
carta y decidir que todo era una broma o un vecino enfadado se volvió a
encerrar en su habitación. Anna y Jordi le siguieron a la hora o así. Y poco a
poco en el salón solo quedaban Gerard, Rubén, Marta y Sara. Marta se moría de
sueño, pero tenía tanto miedo que no se iba a ir a la habitación sola, por lo
que estaba esperando en un sofá a que su compañera de habitación decidiera que
tenía sueño. Pero a Sara siempre le habían encantado las novelas tipo C.S.I y
Sherlock Holmes, por lo que escuchar los relatos de los demás era demasiado
interesante como para sustituirlo por su cama.