martes, 22 de abril de 2014

Dulce introducción al Caos. Capitulo 5.

Otro despertar más en esa casa, a la que ya se había acostumbrado. Ya no echaba de menos no escuchar el secador de su madre por la mañana, ni la televisión de su padre por las noches. Tampoco se le hacía extraño no escuchar la música de su hermana durante toda la tarde. Era simplemente, un día más de su nueva vida. Decidió que era hora de cambiar el tono de la alarma del móvil, ya había empezado a odiar esas cuatro notas que no paraban de sonar todo el rato. Se quedó tumbada en la cama, mientras elegía nueva melodía.

Era lunes por la mañana, tocaba ir a la universidad, cuando decidió cual era la canción que menos odiaba, se levanto. Se puso lo primero que pilló en el armario (aunque en verdad lo había premeditado minuciosamente el día anterior) y salió de la casa. Mientras iba andando por la calle, iba pensando en la puerta, la carta, el jardín... todas aquellas malditas cosas que había sucedido ese fin de semana y que no tenían ninguna explicación razonable, más allá de la trama de un nuevo capitulo de una serie policíaca.

Sara odiaba rotundamente los lunes, suena totalmente a tópico, pero era verdad. Te dan dos días para que vagues, y el lunes te ponen la peor asignatura posible, para que te des cuenta de que era todo una mentira. Sigues en esa maldita rutina, y afronta otra semana más. Los lunes tenía Física, sé que suena raro, estudiando fotografía y haciendo la asignatura de Física, cosas de Bolonia y de estas cosas que no voy a comentar. Eran seis horas en las que un profesor le hablaba sobre tiro parabólico y fuerzas y diez mil chorradas más que no sirven para nada en la fotografía, mientras ellas se dedicaba a inventar, imaginar o jugar al Candy Crush. Pero ese fatídico día, ya podía Facebook poner el juego más adictivo de la historia que la mente de Sara estaba en otro mundo.

No os he hablado de la universidad de Sara, era una facultad enana, se impartían solo dos carreras, con una clase por cada curso, en la clase que más personas que había eran treinta más o menos, así que echando cuentas, en toda la universidad eran como máximo doscientas cuarenta personas. En su clase solo eran veinte, cada cual friki de lo suyo, pero todos eran una gran piña. Las asignaturas consistían en hacer prácticas y más practicas. Pasaba los días haciendo deberes o faena como se dice por aquellos lares. Por lo que estaba casi todo el día encerrada en la universidad, por las mañanas clases y por las tardes, hasta que le apetecía o terminaba, haciendo los trabajos que le mandaban. Es una de las razones por las que ella creía que estaban tan unidos.

A mitad de sus pensamientos, mientras el profesor explicaba los diferentes parámetros que influían en los tiros parabólicos, le llegó un Whatsapp de Rubén:
 "Xavi dice que se ha ido de la casa
ha dejado una nota diciendo que se iba
ven cuanto antes"
Sara flipaba, aunque no le extrañaba, no hacía nada con los compañeros de la casa y después de los acontecimientos no le sorprendía para nada que se fuera. Decidió que se iba de clase, total, no se estaba enterando de nada, y tenía su mente ocupada en muchas cosas.


"Chicos, me voy de la casa, os dejo pagado este mes, lo he metido en el sobre. Creo que será mejor vivir solo, siento dejaros así de tiraros, pero no puedo seguir con tantas cosas pasando. Un saludo."

- ¿Y ya está? ¿No ha hablado con nadie? - Preguntó Sara a Rubén
- Yo me he levantado y he visto la nota en la nevera, no se nada más.
- ¿Y los demás?
- He avisado a todos, tu has sido la primera en venir, a lo mejor se ha cruzado con alguno de estos por el camino, pero nadie me ha dicho nada por el Whatsapp - Dijo él mientras miraba el móvil
- Que fuerte... ¿Que hacemos ahora?

Rubén se encogió de hombros y se sentó en el sofá. Estuvieron un rato en silencio (otra cosa que Sara odiaba más que los Lunes), poco a poco fue llegando el resto del elenco, todos se quedaban con cara de asombro y se iban colocando en el sofá. A los veinte minutos de llegar Sara, ya estaban todos ahí, el misterio de la casa era mucho mas intrigante que cualquier asignatura que se pudiera impartir en cualquier universidad.

- Bueno, a ver, esta claro que se ha ido, y que no podemos hacerle nada ya. Así que ajo y agua, no hay nada más - dijo Marta, mientras se sentaba con su Coca-Cola
- Ya bueno, pero al menos ¿podría haber dado la cara no? - Dijo Pedro  enfadado

Pasaron los minutos mientras discutían de lo cobarde que era Xavi por no haber dado la cara y de si buscaban a un nuevo compañero de piso o hablaban con el casero para ver si les bajaba un poco el alquiler con todo el follón que había montado. Tras aquel periodo de tiempo, llegaron a la conclusión de que no podían hacer nada, que lo que debían de hacer era informar al casero y que el les dijera si cogían a alguien más o que hacían. Jordi llamó a la agencia, para ver si le podían facilitar el número de teléfono. A medida que iba avanzando la conversación la cara de Jordi no mejoraba, seguía en "estado de shock" desde que le habían contado lo de la nota.

- Me han puesto en contacto con el número que ellos tienen y me sale la voz de una chica diciendo que "Actualmente no existe ningún número con esa numeración".

Las investigaciones policiales no dejan nada que desear a todo lo que estaba ocurriendo en esa casa. Se volvieron a sentar todos, para llegar a una nueva conclusión. Algunos de ellos estaban de acuerdo en pagar un poco más al mes y no alquilar a nadie más la casa, otros no querían gastarse ni un céntimo más en el alquiler, por lo que querían otro inquilino. Sara se limitaba a escuchar y su opinión estaba muy lejos de mostrarse. Era todo tan extraño, mensajes firmados por el casero, un número que no existe, gente que recoge jardines gratis a domicilio y puertas que no llevan a ningún lugar. Por un lado, sentía lo que le había impulsado a Xavi a irse de la casa, pero por otro, le había cogido cariño a las otras personas que en ella habitaban.

Entre discusiones y argumento fundamentados, sonó la puerta. En el caos que allí habitaba, nadie se movía para abrirla. Sara se dirigió a la puerta, y al ver que esta se movía los demás apaciguaron sus voces. Un señor vestido de amarillo, con el símbolo de correos le esperaba tras la madera. Le hizo firmar en una especie de Game Boy y se marchó. No había ninguno nombre en concreto en la dirección del paquete que le había devuelto. Sara intentando averiguar el remitente, preguntó a sus compañeros si alguno esperaba algo. Ninguno contestó.

- Otra vez no - dijo Anna suspirando

Abrieron la caja, seguía sin haber ninguna pista que les dijera hacia quién iba dirigido. Anna desistió en medio del proceso y se fue a su habitación, Jordi miro al resto de sus compañeros y la siguió rápidamente. Los demás continuaron con su ritual. Una carta, unas llaves y una caja. Era todo lo que el pequeño paquete contenía.

Aunque se haya ido Xavi, no quiero que cojáis a ningún otra persona para la casa. A partir de ahora, tendréis que seguir mis instrucciones. No intentéis iros de la casa, o será peor para vosotros, ya he perdido a uno y no pienso perder a más. Si no queréis seguir mis pautas os daréis cuenta de que se más de vosotros de lo que os conviene. 
 No quiero que volváis ha hacer ninguna fiesta, nadie que no sea vosotros puede entrar en esta casa. 
Junto con esta carta os vienen unas llaves, dejarlas en un sitio que estén a mano, las necesitareis.  
 
Fdo. El casero
  


- Al menos podría haber dicho hola - dijo Gerard para romper la tensión que había en el ambiente.