miércoles, 6 de abril de 2011

La envidia de las nubes.

Notaba como algo caía lentamente por su cara, mejilla abajo, primero la izquierda, y seguida mente la derecha.

En medio de la nada, tumbada en la barquita que navegaba sola por el lago, miraba al cielo; las nubes jugaban al pilla pilla,agenas a lo que sucedía abajo: agenas a sus lágrimas, a sus recuerdos, a las risas de los demás niños del parque, a sus ojos marrones ahogados, a esa barca que navegaba sola sin rumbo.

Sumergida en sus pensamientos, seguía a los pájaros que envidiosos de las nubes, también hacían su versión del pilla pilla.

Escucho su nombre, pero no de cualquier boca, si no de la boca de él, de su  voz, esa voz que le había dicho mil te quiero y que le había robado besos, caricias. Esa voz que deseaba escuchar todos los días, pero que desde hace un par de horas, cada vez que la recordaba se le clavaba una puñalada en el corazón.

Cerró los ojos y cuando los volvió a abrir, después de secar patosamente sus lágrimas con la manga de la camiseta. Le vio, estaba intentando entrar en su barca. Haciendo malabarismos y fijando la atención de la gente, intentaba estrategícamente cambiarse de barca y entrar en la suya. Se sentó en frente suya. La miró a los ojos, él pudo ver los ojos marrones ahogados y rojos. Y ella, entre lágrimas, que no querían estarse dentro quietas, le vio. El le cogió las manos, suavemente...

- Lo siento - repitió esa voz que hizo que otra espina se volviera a clavar - Desde que te fuiste, han sido las horas mas horribles, no podía pensar en otra cosa que no fueras tú, no sabes el desastre que has causado en mi mundo desde que te fuiste. Todo se ha puesto patas arriba. No sabia a donde ir, solo sabia que no te podía perder. Sabía que estarías aquí, te encanta este sitio y te encanta este parque. Sé que no he hecho lo mejor, que no soy perfecto, ni lo quiero ser. Pero, pequeña, he pasado tantas cosas a tu lado, que tardaría vidas en aceptar que te he perdido. Un perdón cuesta mucho, después de lo que he hecho y lo que te dije, pero estoy dispuesto a hacer lo que sea para no tener que separarme jamás de esa sonrisa, que me da la vida, que hace que cualquier persona sonría. No podría jamas olvidarme de esos ojos que cambian de color cuando estas contenta, y mucho menos olvidarme de esos besos, que desde el primer día al ultimo, provocan mariposas en mi tripa, hacen que mi corazón se acelere. Esos 37 besos que me has dado y que cada uno ha sido mas especial que el anterior. Indescriptibles, pero inolvidables. Te quiero demasiado, princesa.

A medida que esas palabras salían de su boca, los ojos de ella retenían menos lágrimas, el no dejaba de buscar su mirada y ella de evitarla. El corazón le daba vueltas, se volcaba y se recuperaba. Aumentaba su velocidad y casi no se podían distinguir un latido de otro. Ella sentía lo mismo.

Sin pensárselo mas de 10 segundos y siguiendo a su corazón el beso numero 38. Ese beso que jamas seria olvidado y que estaba siendo envidiado por todo el mundo que les miraba. El se sentó en el suelo de la barca, ella se puso entre sus piernas y se tumbo sobre él. Los dos miraban las nubes que antes jugaban al pilla pilla y que habían parado, para observarles, celosas.

Ella sonrío, él también. Se miraron, sonrieron.