Bienvenida
Pasaron las seis horas más largas de su vida, conduciendo, con la música a
todo trapo, escuchando ese CD que había hecho semanas antes con sus amigas. E
imaginándose cómo sería su nueva vida. Cada dos por tres, el coche emitía un
ruidito muy extraño, durante las primeras dos horas, paraba a ver qué pasaba,
pero después se dio cuenta de que los años no pasan en balde, ni siquiera para
un coche. Cantando como una posesa, iba por la carretera, se fijaba en el
paisaje, en los animales que había por ahí, he incluso hizo una foto cuando
paso por el meridiano de Greenwich. Fue un viaje de lo más extraño, porque, de
vez en cuando le entraba el pavor de cambiar de vida, de los “ysis”, ¿Y si
salía todo mal? ¿Y si la carrera al final no le gustaba? ¿Y si no se llevaba bien
con sus compañeros de casa? ¿Y si…? ¿Y si…? Siempre hay tantos como capaz sea
tu imaginación de inventar.
Por fin llegó a la
casa, en la puerta estaban dos de sus futuros compañeros esperando. La chica
era rubia, guapísima y súper estilosa. Él, en cambio, tenía pinta de macarilla,
con una camiseta ancha y fumándose un cigarrillo. ¿Por qué no habían entrado en
la casa? Decidió buscar aparcamiento hasta que le abrieran el garaje para meter
el coche. Dio varias vueltas antes de tener un hueco, cada vez que pasaba
por delante de la casa, veía como sus dos futuros compañeros se acercaban más,
parecía que cada vez era menos incomodo conocer a la otra persona. No quería
tardar demasiado en salir de aquel coche, si no tendrían que empezar de cero
otra vez los tres. Cuando consiguió aparcar, se quedó un rato en el coche,
esperando tranquilizarse para que no se le notaran demasiado los nervios,
escuchando su canción favorita y mentalizándose de que todos iban igual que
ella, nadie conocía a nadie más allá de lo poco que habían podido cotillear por
Facebook y lo poco que habían hablado. Decidió salir, habiéndose hecho un
repaso al maquillaje antes de abrir la puerta, cogió su bolso y dejó todo lo
demás en el coche.
Se aproximó a la casa, notaba como el nudo en su estómago se iba haciendo más
grande, los latidos del corazón se iban haciendo más notables y poco a poco iba
dudando hasta de las palabras que podían salir de su boca, algo tan simple como
un: “Hola, soy Sara” le parecían lo más patético que existía en la tierra,
aunque fuera lo más normal del mundo. ¿Les daría dos besos? ¿Nada? ¿La mano? No
sabía exactamente qué hacer. Abrió la verja, la casa era grande, más
grande de lo que parecía en fotos. Solo una planta. El jardín por el que iba
andando parecía cada vez más descuidado, como si a nadie le importara las
pobres plantas que habitaban allí. La pintura de la fachada estaba
descascarillada, el paso de los años habían tenido el mismo efecto que en su
pequeño cochecito. A medida que se iba acercando, la mirada de las dos personas
sentadas en el porche se les iba haciendo más incómoda, más intensa, más
intrigante.
-
- Hola, soy Sara – dijo con la voz
firmemente temblorosa.
-
- Yo soy Gerard
-
- Y yo Anna – dijo ella casi sin mirarla,
simplemente fijándose en las pintas que llevaba.
Los dos se levantaron y procedieron a darse los dos besos de cortesía.
Nunca se había sentido cómoda con ese saludo. Si los das muy lejos de la cara
pareces una repipi repelente, pero en cambio si los haces directamente en la
cara, a la otra persona le produce una sensación de incomodidad muy grande.
Por lo que se limitaba a juntar las mejillas y lanzar un beso al aire, a
nadie. Gracias a los nombres pudo averiguar un poco más quienes eran, Gerard
iba a estudiar multimedia, mientras que Anna estudiaría moda.
-
- ¿Por qué no entráis?
- -
El casero no ha llegado, ni siquiera ha
dejado unas llaves, llevamos un rato rebuscando y no encontramos nada, hemos
llamado a la agencia y han dicho que enseguida nos dirían algo – contestó
Gerard.
Y ahí se quedaron los tres, sentados en aquellas escaleras que introducían
al porche, hablando de nada pero conociéndose un poco más. Conversaciones sobre
el tiempo, las flores, que podrían hacer con aquel jardín, que podían añadir a
los muebles de la casa, que muebles se habían traído, si pensaban hacer una
excursión al Ikea y demás conversaciones que no tenían casi ningún sentido la
una con las otras. Simplemente dejando el tiempo pasar, sin que ocurrieran
silencios de esos que llaman incómodos. Gerard había traído una televisión como
anunció en Facebook, mientras que Anna aportaba unas cuantas sartenes. Sara
traía un viejo equipo de música, que aunque tenía ya sus años, se oía
perfectamente desde el otro extremo de la calle. Y así paso media hora,
afianzando las promesas que había hecho por una red social, asegurándose de que
cada uno había cumplido su palabra.
De pronto aparecieron otros dos chicos más. Se presentaron como Rubén y
Pedro. Rubén iba a estudiar lo mismo que Gerard, mientras que Pedro estudiaría
aeronáuticas. Venían juntos porque vivían en dos pueblos cerca, asique se
ahorrarían un viaje yendo juntos y así comenzarían a saber un poco más el uno
del otro. Preguntaron lo mismo que Sara al llegar y Gerard les dio la misma
explicación, asique se sentaron. Rubén ofreció cigarrillos a todos y finalmente
volvieron a tocar los mismos temas de conversación. A medida que avanzaban en
la conversación aparecía un compañero más, primero llegó Carla, estudiaría moda
también, pero en otra escuela. Después Xavi, exhausto, el estudiaría óptica. A
los pocos segundos Jordi, diseño gráfico. Y por último Marta, venía tan cargada
que todos salieron corriendo a ayudarla. Roja como un tomate dio las gracias,
ella estudiaría industriales. Sara y Marta iban a ser compañeras de cuarto,
como Anna y Carla, Gerard y Rubén y Jordi y Pedro. Xavi, se había ofrecido a
pagar un poco más con tal de estar solo y ninguno se lo reprochó. Se quedaron
los nueve ahí sentados un buen rato más. Habrían pasado dos horas desde que
llegó Sara y por muchas llamadas que hicieron, siempre les decían que esperaran
un poquito más, manteniendo las mismas conversaciones una y otra vez.
Cuando ya estaban hartos de esperar, cansados y deseando ver su nuevo
hogar. Un coche negro, muy grande, casi tanto como una limusina, se paró en la
puerta. Los nueve se miraron anonadados. Salió una chica joven, con un vestido
negro, del interior. Llevaba una cajita en las manos y unas gafas de sol que le
cubrían casi toda la cara. Andaba elegantemente, como si estuviera totalmente
acostumbrada a volar con tacones. Abrió con gracilidad la verja y se aproximo a
ellos, que por fin habían conseguido sacar a relucir el silencio.
-
- Hola – sin ningún interés por llegar a
conocerlos un poquito más – aquí tenéis las llaves. Espero que sepáis encontrar
todo lo que necesitéis.
Y sin dar tiempo a presentaciones,
preguntas o quejas, se marcho mucho más rápido de lo que había llegado. Le
entregó la caja a Xavi que la abrió y repartió un juego a cada uno. Jordi se
propuso ser el primero en abrir la puerta. El silencio se mantenía mientras
introducían las llaves en la cerradura. Todos estaban atónitos con lo que
acababa de pasar, y a cada uno se le ocurría una historia diferente en su mente
para dar una explicación a la situación, pero sin atreverse a decirla en alto
por si los demás pensaban que era una estupidez.
Todo estaba oscuro, no sabían dónde estaban exactamente las luces. Seguían
en un continuo silencio. Estaban intrigados por ver su nueva casa al real, no
en fotografías, pero a la vez estaban preocupados por lo que les esperaba ahí
dentro. Tardaron un par de minutos en encontrar los fusibles, ninguno de ellos
hablaba, pero la tensión con el entorno en el que se encontraban, tenía voz
propia. En cuanto se encendieron las luces, todos estaban posicionados
estratégicamente, así podrían acaparar el máximo espacio, la máxima información
posible en un primer vistazo.
La casa era muy amplia, una sola planta,
pero muy bien distribuida. Lo primero que vio Sara, era el salón. Había tres
grandes sofás negros en forma de U, con una mesa pequeña en el centro. Una gran
pantalla de televisión, una PlayStation, y muchos demás gadgets y cosas
electrónicas que ni si quiera sabían para qué servían. La casa era muy moderna,
todo estaba renovado, se podría decir que la había rehecho de cero hace poco.
Aun así, muchas cosas no concordaban. ¿Por qué ponía que no estaba casi amueblada
en el anuncio de Internet, cuando era mucho mejor que las casas de los
integrantes? ¿De verdad iban a pagar tan poco de alquiler por aquella casa? Era
todo muy desconcertante. Ninguno formuló aquellas preguntas en voz alta, aunque
todos se las cuestionaban para sí mismos. Se centraron en mirarse los unos a
los otros y observar con detenimiento hasta el más mínimo detalle de toda
aquella sala. El silencio que reinaba anteriormente, había cambiando de forma,
de color, ahora ya no era de intriga, si no de fascinación.
- Bueno, parece que vamos a vivir como reyes. - Xavi, atreviéndose a
romper el silencio.
- No si la casa mola - le contesto Jordi con los ojos como platos.
- A mi todo esto me parece un poco raro - se oyó una voz en el fondo, con
miedo, creo que venía de Marta.
- Pues a mí me encanta - Dijo Gerad mientras se lanzaba a uno de los sofás
Todos se rieron, después de esa hazaña.
Cuando apaciguaron un poco las risas emprendieron "la investigación".
Se pusieron a andar cada uno a su bola, solo se cruzaban palabras cuando dos de
ellos se topaban por los pasillos. Sara no encontraba palabras para describir
la casa, era todo tan increíble, digno de cualquier famoso. ¿Por qué alguien se
habría molestado tanto en decorar algo así, para alquilarla a estudiantes? De
todas formas, estos pensamientos no iban a ocupar mucho en su cabeza, estaba
mucho más centrada en encontrar su cuarto. Oyó como la llamaban desde el fondo
de la casa, se dirigió allí lo más deprisa que pudo, aunque no quería mostrar
desesperación tampoco.
Al llegar, Marta estaba sentada en una de
las camas. "Este será nuestra habitación" dijo muy emocionada. Sara
hecho un rápido vistazo, dos armarios enormes se imponían en el medio de la
habitación, con dos camas individuales a cada lado. Dos escritorios contiguos
se situaban debajo de uno de los grandes ventanales que iluminaban toda la
habitación. La otra ventana estaba justo encima de la pared de enfrente, encima
de una de las camas. Un sitio al que no le costaría acostumbrarse. Miró a Marta
y esta le sonrió.
- Te importa si me quedo esta cama, no me gusta estar tan cerca de la
ventana - Mientras pronunciaba esta frase puso cara angelical, ya sabéis esa
cara que ponemos todos cuando queremos pretender ser buenas personas.
- Claro que no, al contrario, me encanta dormir debajo de la ventana.
Dejo el bolso encima de la cama y dio un
rápido vistazo más a la habitación. Aunque el armario no le dejaba ver la cama
de Marta, le ofrecía un poco de intimidad, por lo que era perfecto. Además,
solo había puerta en la mitad que estaba alejada de la pared, la otra mitad era
totalmente lisa, podía poner ahí sus fotografías. Y las vistas desde la ventana
tampoco dejaban que desear, se veía la mayoría de la ciudad y al fondo una
montaña. Le gustaba mucho su pequeño trozo de intimidad.
Bajó a por sus cosas, por el camino se
encontró con alguno de sus compañeros que había empezado a decorar su trocito
mucho antes que ella. Tuvo que hacer cinco viajes en total, traía muchas cosas.
Los cogía del coche y los dejaba en la habitación de cualquier forma, luego ya
se preocuparía de colocarlos. A medida que iba y venía, se iba encontrando con menos
personas por los pasillos, cada vez que esto ocurría, esbozaba una pequeña
sonrisa. Por fin, terminó de transportar todas las cosas. Se sentó en la
cama y le entró mucha pereza al pensar que ahora tocaba colocarlas todas en su
sitio. ¿Dónde colocaría cada una? Tenía que diseñar bien el espacio
estratégicamente para que todo encajara perfectamente en su rincón.
Mientras estaba sumergida en su mundo,
entró Rubén, llamando a la puerta previamente, como buen caballero. Le indicó
que iban a ver el garaje para ver como aparcaban los coches que habían traído.
Sara se apresuró, cogió las llaves de su cochecito y bajó con él. Siguiendo la
misma línea de la casa, el aparcamiento no dejaba nada que desear, es decir,
era enorme. Tenía sitio para cinco coches. Parecía un aparcamiento de un gran
supermercado.Decidieron que coche iba en cada plaza, priorizando aquellos que
lo fueran a utilizar más. A Sara le tocó de las últimas plazas, ya que su
universidad estaba al lado de la casa y no iba a ir a ver a sus padres en mucho
tiempo.
No tardó mucho en dejar en buen recaudo a
su cochecito, y había comenzado a ordenar la mayoría de sus cosas. Cenarían
todos juntos, pedirían unas pizzas y así descansarían un poco de limpiar y
ordenar cosas. Prosciutto, barbacoa, cuatro quesos, carbonara y jamón y queso,
encima de la mesa del salón, casi todos estaban ya sentados alrededor de ella,
ansiosos por comer un trozo. Cuando al final llegaron todos al olor de la
receta italiana, se abalanzaron a devorar la comida. Los primeros minutos nadie
dijo ni una sola palabra, el hambre se las comía todas.
Poco a poco fueron saliendo
conversaciones, hablaron de cómo habían colocado sus habitaciones, de anécdotas
de su infancia, de porqué eligieron estudiar lo que harían, de que podían hacer
este fin de semana que les quedaba antes de empezar las clases. Entre frase y
frase, la cantidad de pizza que había sobre la mesa, disminuía notablemente. Se
reían con las diferentes anécdotas, se ponían serios cuando tocaba, la
conversación fluía, y como dirían los profesores, progresaba adecuadamente.
Aprendió muchas cosas de cada uno de ellos:
Anna: Era una chica muy superficial a la que le encantaba la moda, iba
siempre conjuntadisima. Casi no se reía de las cosas que decían los demás
compañeros. Tenía una mirada fría y superficial. Todavía no había encontrado
algo en ella que le transmitiera simpatía o amabilidad. Le desconcertaba
bastante.
Carla: Era muy parecida a Anna, le encantaba la moda. Vestían muy parecido,
dignas de la pasarela Cibeles. Pero ella si se reía de todas las gracias o
anécdotas cómicas que contaban sus compañeros, además venía de una familia muy
humilde. Ya había encontrado un trabajo aquí para ayudar económicamente a su
familia. Era muy divertida y abierta, contó muchos detalles que eran totalmente
esenciales pero que hicieron dar una imagen de ella mucho mejor.
Marta: Era su compañera de habitación y ya había descubierto algunas cosas
sobre ella. Parecía una chica muy creativa, había decorado su habitación de
dibujos hechos por ella. Era muy simpática aunque un poco reservada, casi no
había hablado en toda la noche, se limitaba a escuchar lo que los demás decían
y corresponderles. De vez en cuando, anotaba algún apunte a la conversación
pero sin mucha relevancia. No podría describiros mucho de ella con tan solo
aquella noche.
Gerard: Igual que Marta no había hablado mucho durante la noche. Había
conseguido también un trabajo ya. Se le veía responsable. De lo poco que había
contado podríamos deducir que era un chico muy humilde. No os puedo contar
mucho más de él, simplemente que tenía el pelo castaño y los ojos marrones, que
se sentaba en una postura muy rara y que fumaba.
Rubén: El compañero de habitación de Gerard, era el que más había hablado
durante la noche. Era un chico muy, muy divertido, contaba un montón de
anécdotas de su vida. Le encantaba el fútbol, avisó de que se enfadaba mucho si
su equipo no ganaba (muchos chicos respaldaron esta afirmación). También
comentó que le gustaba la comida oriental e hizo bastantes chistes. Parecía una
persona con la que te podías reír mucho y con el que pasar un buen rato. Aunque
parecía un poco despistado, cambiaba de historia cada dos por tres, en cuanto
se le presentaba la oportunidad.
Jordi: El único realmente rubio de la casa, no le desagradó para nada.
Tenía un punto muy interesante, siempre dejaba las historias a medias, o no
contaba un detalle lo suficientemente relevante pero que sabías que ahí se
ocultaba algo. Fumaba y estaba un poco intimidado por la situación.
Pedro: Era un chulito, totalmente. Aun así era muy divertido aunque se
hacía el duro. No hacía más que contar cosas que le engrandecían. Pero aun así,
no tenía tan mala pinta. Era muy guapo, normal que se lo creyera tanto. Haría
una pareja perfecta con Anna si no fuera porque era el único de la casa que
tenía novia. No dejaba de fanfarronear de ella, de lo guapa y lista que era, de
que había entrado en medicina.
Xavi: Aunque parecía el más rarito de todos, no era tan extraño como
parecía. En verdad era muy simpático y amable. Solo contaba anécdotas de
videojuegos y demás. Le encantaban todas esas cosas. Se le podría encasillar en
el prototipo de “frikis”, pero al fin y al cabo todos somos frikis de algo.
Estuvo todo el rato mirando por los demás, que si a alguien le faltaba una
servilleta, que si buscaban un vaso de agua… le pareció de lo más encantador.
En resumen, la primera imagen de todos
ellos no le pareció muy desagradable. Terminaron la charla a las dos de la
mañana. Decidieron que al día siguiente irían a la compra y muchas otras tareas
de la casa. Sara subió a su habitación, apartó un poco las cosas de la cama y
cayó rendida.
Me encanta, sigue con ello enserio, estoy deseando saber cómo sigue. ^-^
ResponderEliminarHola ana!!
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario!!! :)
Siento haber tardado en contestar pero no me entero de cuando publican un comentario.
Espero que hayas leído los nuevos capítulos y si tienes alguna sugerencia no dudes en decirme!!!
Graciiias
Un saludo