martes, 26 de noviembre de 2013

Dulce introducción al caos. Capitulo 1.

                     Bienvenida


             Pasaron las seis horas más largas de su vida, conduciendo, con la música a todo trapo, escuchando ese CD que había hecho semanas antes con sus amigas. E imaginándose cómo sería su nueva vida. Cada dos por tres, el coche emitía un ruidito muy extraño, durante las primeras dos horas, paraba a ver qué pasaba, pero después se dio cuenta de que los años no pasan en balde, ni siquiera para un coche. Cantando como una posesa, iba por la carretera, se fijaba en el paisaje, en los animales que había por ahí, he incluso hizo una foto cuando paso por el meridiano de Greenwich. Fue un viaje de lo más extraño, porque, de vez en cuando le entraba el pavor de cambiar de vida, de los “ysis”, ¿Y si salía todo mal? ¿Y si la carrera al final no le gustaba? ¿Y si no se llevaba bien con sus compañeros de casa? ¿Y si…? ¿Y si…? Siempre hay tantos como capaz sea tu imaginación de inventar. 
                Por fin llegó a la casa, en la puerta estaban dos de sus futuros compañeros esperando. La chica era rubia, guapísima y súper estilosa. Él, en cambio, tenía pinta de macarilla, con una camiseta ancha y fumándose un cigarrillo. ¿Por qué no habían entrado en la casa? Decidió buscar aparcamiento hasta que le abrieran el garaje para meter el coche.  Dio varias vueltas antes de tener un hueco, cada vez que pasaba por delante de la casa, veía como sus dos futuros compañeros se acercaban más, parecía que cada vez era menos incomodo conocer a la otra persona. No quería tardar demasiado en salir de aquel coche, si no tendrían que empezar de cero otra vez los tres. Cuando consiguió aparcar, se quedó un rato en el coche, esperando tranquilizarse para que no se le notaran demasiado los nervios, escuchando su canción favorita y mentalizándose de que todos iban igual que ella, nadie conocía a nadie más allá de lo poco que habían podido cotillear por Facebook y lo poco que habían hablado. Decidió salir, habiéndose hecho un repaso al maquillaje antes de abrir la puerta, cogió su bolso y dejó todo lo demás en el coche.
                Se aproximó a la casa, notaba como el nudo en su estómago se iba haciendo más grande, los latidos del corazón se iban haciendo más notables y poco a poco iba dudando hasta de las palabras que podían salir de su boca, algo tan simple como un: “Hola, soy Sara” le parecían lo más patético que existía en la tierra, aunque fuera lo más normal del mundo. ¿Les daría dos besos? ¿Nada? ¿La mano? No sabía exactamente qué hacer.  Abrió la verja, la casa era grande, más grande de lo que parecía en fotos. Solo una planta. El jardín por el que iba andando parecía cada vez más descuidado, como si a nadie le importara las pobres plantas que habitaban allí. La pintura de la fachada estaba descascarillada, el paso de los años habían tenido el mismo efecto que en su pequeño cochecito. A medida que se iba acercando, la mirada de las dos personas sentadas en el porche se les iba haciendo más incómoda, más intensa, más intrigante.
-         - Hola, soy Sara – dijo con la voz firmemente temblorosa.
-        -  Yo soy Gerard
-          - Y yo Anna – dijo ella casi sin mirarla, simplemente fijándose en las pintas que llevaba. 
Los dos se levantaron y procedieron a darse los dos besos de cortesía. Nunca se había sentido cómoda con ese saludo. Si los das muy lejos de la cara pareces una repipi repelente, pero en cambio si los haces directamente en la cara, a la otra persona le produce una sensación de incomodidad muy grande.  Por lo que se limitaba a juntar las mejillas y lanzar un beso al aire, a nadie. Gracias a los nombres pudo averiguar un poco más quienes eran, Gerard iba a estudiar multimedia, mientras que Anna estudiaría moda. 
-          - ¿Por qué no entráis?
-         -  El casero no ha llegado, ni siquiera ha dejado unas llaves, llevamos un rato rebuscando y no encontramos nada, hemos llamado a la agencia y han dicho que enseguida nos dirían algo – contestó Gerard. 
Y ahí se quedaron los tres, sentados en aquellas escaleras que introducían al porche, hablando de nada pero conociéndose un poco más. Conversaciones sobre el tiempo, las flores, que podrían hacer con aquel jardín, que podían añadir a los muebles de la casa, que muebles se habían traído, si pensaban hacer una excursión al Ikea y demás conversaciones que no tenían casi ningún sentido la una con las otras. Simplemente dejando el tiempo pasar, sin que ocurrieran silencios de esos que llaman incómodos. Gerard había traído una televisión como anunció en Facebook, mientras que Anna aportaba unas cuantas sartenes. Sara traía un viejo equipo de música, que aunque tenía ya sus años, se oía perfectamente desde el otro extremo de la calle. Y así paso media hora, afianzando las promesas que había hecho por una red social, asegurándose de que cada uno había cumplido su palabra. 
De pronto aparecieron otros dos chicos más. Se presentaron como Rubén y Pedro. Rubén iba a estudiar lo mismo que Gerard, mientras que Pedro estudiaría aeronáuticas.  Venían juntos porque vivían en dos pueblos cerca, asique se ahorrarían un viaje yendo juntos y así comenzarían a saber un poco más el uno del otro. Preguntaron lo mismo que Sara al llegar y Gerard les dio la misma explicación, asique se sentaron. Rubén ofreció cigarrillos a todos y finalmente volvieron a tocar los mismos temas de conversación. A medida que avanzaban en la conversación aparecía un compañero más, primero llegó Carla, estudiaría moda también, pero en otra escuela. Después Xavi, exhausto, el estudiaría óptica. A los pocos segundos Jordi, diseño gráfico. Y por último Marta, venía tan cargada que todos salieron corriendo a ayudarla. Roja como un tomate dio las gracias, ella estudiaría industriales. Sara y Marta iban a ser compañeras de cuarto, como Anna y Carla, Gerard y Rubén y Jordi y Pedro. Xavi, se había ofrecido a pagar un poco más con tal de estar solo y ninguno se lo reprochó. Se quedaron los nueve ahí sentados un buen rato más. Habrían pasado dos horas desde que llegó Sara y por muchas llamadas que hicieron, siempre les decían que esperaran un poquito más, manteniendo las mismas conversaciones una y otra vez. 
Cuando ya estaban hartos de esperar, cansados y deseando ver su nuevo hogar. Un coche negro, muy grande, casi tanto como una limusina, se paró en la puerta. Los nueve se miraron anonadados. Salió una chica joven, con un vestido negro, del interior. Llevaba una cajita en las manos y unas gafas de sol que le cubrían casi toda la cara. Andaba elegantemente, como si estuviera totalmente acostumbrada a volar con tacones. Abrió con gracilidad la verja y se aproximo a ellos, que por fin habían conseguido sacar a relucir el silencio. 
-          - Hola – sin ningún interés por llegar a conocerlos un poquito más – aquí tenéis las llaves. Espero que sepáis encontrar todo lo que necesitéis. 
Y sin dar tiempo a presentaciones, preguntas o quejas, se marcho mucho más rápido de lo que había llegado. Le entregó la caja a Xavi que la abrió y repartió un juego a cada uno. Jordi se propuso ser el primero en abrir la puerta. El silencio se mantenía mientras introducían las llaves en la cerradura. Todos estaban atónitos con lo que acababa de pasar, y a cada uno se le ocurría una historia diferente en su mente para dar una explicación a la situación, pero sin atreverse a decirla en alto por si los demás pensaban que era una estupidez.

Todo estaba oscuro, no sabían dónde estaban exactamente las luces. Seguían en un continuo silencio. Estaban intrigados por ver su nueva casa al real, no en fotografías, pero a la vez estaban preocupados por lo que les esperaba ahí dentro. Tardaron un par de minutos en encontrar los fusibles, ninguno de ellos hablaba, pero la tensión con el entorno en el que se encontraban, tenía voz propia.  En cuanto se encendieron las luces, todos estaban posicionados estratégicamente, así podrían acaparar el máximo espacio, la máxima información posible en un primer vistazo.
          La casa era muy amplia, una sola planta, pero muy bien distribuida. Lo primero que vio Sara, era el salón. Había tres grandes sofás negros en forma de U, con una mesa pequeña en el centro. Una gran pantalla de televisión, una PlayStation, y muchos demás gadgets y cosas electrónicas que ni si quiera sabían para qué servían. La casa era muy moderna, todo estaba renovado, se podría decir que la había rehecho de cero hace poco. Aun así, muchas cosas no concordaban. ¿Por qué ponía que no estaba casi amueblada en el anuncio de Internet, cuando era mucho mejor que las casas de los integrantes? ¿De verdad iban a pagar tan poco de alquiler por aquella casa? Era todo muy desconcertante. Ninguno formuló aquellas preguntas en voz alta, aunque todos se las cuestionaban para sí mismos. Se centraron en mirarse los unos a los otros y observar con detenimiento hasta el más mínimo detalle de toda aquella sala. El silencio que reinaba anteriormente, había cambiando de forma, de color, ahora ya no era de intriga, si no de fascinación.      
 - Bueno, parece que vamos a vivir como reyes. - Xavi, atreviéndose a romper el silencio.
- No si la casa mola - le contesto Jordi con los ojos como platos.
- A mi todo esto me parece un poco raro - se oyó una voz en el fondo, con miedo, creo que venía de Marta.
- Pues a mí me encanta - Dijo Gerad mientras se lanzaba a uno de los sofás
         Todos se rieron, después de esa hazaña. Cuando apaciguaron un poco las risas emprendieron "la investigación". Se pusieron a andar cada uno a su bola, solo se cruzaban palabras cuando dos de ellos se topaban por los pasillos. Sara no encontraba palabras para describir la casa, era todo tan increíble, digno de cualquier famoso. ¿Por qué alguien se habría molestado tanto en decorar algo así, para alquilarla a estudiantes? De todas formas, estos pensamientos no iban a ocupar mucho en su cabeza, estaba mucho más centrada en encontrar su cuarto. Oyó como la llamaban desde el fondo de la casa, se dirigió allí lo más deprisa que pudo, aunque no quería mostrar desesperación tampoco.
         Al llegar, Marta estaba sentada en una de las camas. "Este será nuestra habitación" dijo muy emocionada. Sara hecho un rápido vistazo, dos armarios enormes se imponían en el medio de la habitación, con dos camas individuales a cada lado. Dos escritorios contiguos se situaban debajo de uno de los grandes ventanales que iluminaban toda la habitación. La otra ventana estaba justo encima de la pared de enfrente, encima de una de las camas. Un sitio al que no le costaría acostumbrarse. Miró a Marta y esta le sonrió.
- Te importa si me quedo esta cama, no me gusta estar tan cerca de la ventana - Mientras pronunciaba esta frase puso cara angelical, ya sabéis esa cara que ponemos todos cuando queremos pretender ser buenas personas.
- Claro que no, al contrario, me encanta dormir debajo de la ventana. 
         Dejo el bolso encima de la cama y dio un rápido vistazo más a la habitación. Aunque el armario no le dejaba ver la cama de Marta, le ofrecía un poco de intimidad, por lo que era perfecto. Además, solo había puerta en la mitad que estaba alejada de la pared, la otra mitad era totalmente lisa, podía poner ahí sus fotografías. Y las vistas desde la ventana tampoco dejaban que desear, se veía la mayoría de la ciudad y al fondo una montaña. Le gustaba mucho su pequeño trozo de intimidad.
         Bajó a por sus cosas, por el camino se encontró con alguno de sus compañeros que había empezado a decorar su trocito mucho antes que ella. Tuvo que hacer cinco viajes en total, traía muchas cosas. Los cogía del coche y los dejaba en la habitación de cualquier forma, luego ya se preocuparía de colocarlos. A medida que iba y venía, se iba encontrando con menos personas por los pasillos, cada vez que esto ocurría, esbozaba una pequeña sonrisa.  Por fin, terminó de transportar todas las cosas. Se sentó en la cama y le entró mucha pereza al pensar que ahora tocaba colocarlas todas en su sitio. ¿Dónde colocaría cada una? Tenía que diseñar bien el espacio estratégicamente para que todo encajara perfectamente en su rincón.
         Mientras estaba sumergida en su mundo, entró Rubén, llamando a la puerta previamente, como buen caballero. Le indicó que iban a ver el garaje para ver como aparcaban los coches que habían traído. Sara se apresuró, cogió las llaves de su cochecito y bajó con él. Siguiendo la misma línea de la casa, el aparcamiento no dejaba nada que desear, es decir, era enorme. Tenía sitio para cinco coches. Parecía un aparcamiento de un gran supermercado.Decidieron que coche iba en cada plaza, priorizando aquellos que lo fueran a utilizar más. A Sara le tocó de las últimas plazas, ya que su universidad estaba al lado de la casa y no iba a ir a ver a sus padres en mucho tiempo. 
         No tardó mucho en dejar en buen recaudo a su cochecito, y había comenzado a ordenar la mayoría de sus cosas. Cenarían todos juntos, pedirían unas pizzas y así descansarían un poco de limpiar y ordenar cosas. Prosciutto, barbacoa, cuatro quesos, carbonara y jamón y queso, encima de la mesa del salón, casi todos estaban ya sentados alrededor de ella, ansiosos por comer un trozo. Cuando al final llegaron todos al olor de la receta italiana, se abalanzaron a devorar la comida. Los primeros minutos nadie dijo ni una sola palabra, el hambre se las comía todas.
         Poco a poco fueron saliendo conversaciones, hablaron de cómo habían colocado sus habitaciones, de anécdotas de su infancia, de porqué eligieron estudiar lo que harían, de que podían hacer este fin de semana que les quedaba antes de empezar las clases. Entre frase y frase, la cantidad de pizza que había sobre la mesa, disminuía notablemente. Se reían con las diferentes anécdotas, se ponían serios cuando tocaba, la conversación fluía, y como dirían los profesores, progresaba adecuadamente. Aprendió muchas cosas de cada uno de ellos:
Anna: Era una chica muy superficial a la que le encantaba la moda, iba siempre conjuntadisima. Casi no se reía de las cosas que decían los demás compañeros. Tenía una mirada fría y superficial. Todavía no había encontrado algo en ella que le transmitiera simpatía o amabilidad. Le desconcertaba bastante.
Carla: Era muy parecida a Anna, le encantaba la moda. Vestían muy parecido, dignas de la pasarela Cibeles. Pero ella si se reía de todas las gracias o anécdotas cómicas que contaban sus compañeros, además venía de una familia muy humilde. Ya había encontrado un trabajo aquí para ayudar económicamente a su familia. Era muy divertida y abierta, contó muchos detalles que eran totalmente esenciales pero que hicieron dar una imagen de ella mucho mejor.
Marta: Era su compañera de habitación y ya había descubierto algunas cosas sobre ella. Parecía una chica muy creativa, había decorado su habitación de dibujos hechos por ella. Era muy simpática aunque un poco reservada, casi no había hablado en toda la noche, se limitaba a escuchar lo que los demás decían y corresponderles. De vez en cuando, anotaba algún apunte a la conversación pero sin mucha relevancia. No podría describiros mucho de ella con tan solo aquella noche.
Gerard: Igual que Marta no había hablado mucho durante la noche. Había conseguido también un trabajo ya. Se le veía responsable. De lo poco que había contado podríamos deducir que era un chico muy humilde. No os puedo contar mucho más de él, simplemente que tenía el pelo castaño y los ojos marrones, que se sentaba en una postura muy rara y que fumaba.
Rubén: El compañero de habitación de Gerard, era el que más había hablado durante la noche. Era un chico muy, muy divertido, contaba un montón de anécdotas de su vida. Le encantaba el fútbol, avisó de que se enfadaba mucho si su equipo no ganaba (muchos chicos respaldaron esta afirmación). También comentó que le gustaba la comida oriental e hizo bastantes chistes. Parecía una persona con la que te podías reír mucho y con el que pasar un buen rato. Aunque parecía un poco despistado, cambiaba de historia cada dos por tres, en cuanto se le presentaba la oportunidad.
Jordi: El único realmente rubio de la casa, no le desagradó para nada. Tenía un punto muy interesante, siempre dejaba las historias a medias, o no contaba un detalle lo suficientemente relevante pero que sabías que ahí se ocultaba algo. Fumaba y estaba un poco intimidado por la situación.
Pedro: Era un chulito, totalmente. Aun así era muy divertido aunque se hacía el duro. No hacía más que contar cosas que le engrandecían. Pero aun así, no tenía tan mala pinta. Era muy guapo, normal que se lo creyera tanto. Haría una pareja perfecta con Anna si no fuera porque era el único de la casa que tenía novia. No dejaba de fanfarronear de ella, de lo guapa y lista que era, de que había entrado en medicina. 
Xavi: Aunque parecía el más rarito de todos, no era tan extraño como parecía. En verdad era muy simpático y amable. Solo contaba anécdotas de videojuegos y demás. Le encantaban todas esas cosas. Se le podría encasillar en el prototipo de “frikis”, pero al fin y al cabo todos somos frikis de algo. Estuvo todo el rato mirando por los demás, que si a alguien le faltaba una servilleta, que si buscaban un vaso de agua… le pareció de lo más encantador.
         En resumen, la primera imagen de todos ellos no le pareció muy desagradable. Terminaron la charla a las dos de la mañana. Decidieron que al día siguiente irían a la compra y muchas otras tareas de la casa. Sara subió a su habitación, apartó un poco las cosas de la cama y cayó rendida. 

2 comentarios:

  1. Me encanta, sigue con ello enserio, estoy deseando saber cómo sigue. ^-^

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  2. Hola ana!!
    Muchas gracias por tu comentario!!! :)
    Siento haber tardado en contestar pero no me entero de cuando publican un comentario.
    Espero que hayas leído los nuevos capítulos y si tienes alguna sugerencia no dudes en decirme!!!
    Graciiias
    Un saludo

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