lunes, 25 de noviembre de 2013

Dulce introducción al caos.

Hola! Este finde decidí empezar un pequeño libro. Se basa en un sueño que tuve, me parece una idea interesante y que tiene mucho juego, por lo que poco a poco iré dejando los capítulos que haga. Aquí os dejo la introducción, quería hacer el capitulo uno entero, pero mejor poco a poco, así me lo curro.  ¡GRACCE POR LEER!



Introducción.


Estaba ansiosa por comenzar esta nueva vida, por irse lejos, sin padres, sin reglas. Llevaba meses buscando los detalles que encajaran en esa nueva vida. Unas sábanas que no fueran muy serias pero que tampoco fueran infantiles, del mismo color que el tablero de la mesa, exactamente el mismo tono. Había visitado Ikea más de mil veces para encontrar los artículos correctos para decorar esas cuatro paredes que se convertirían en una pequeña nueva casa. Fue de compras a todas las tiendas existentes, para encontrar un pijama gracioso, pero no mucho. Sexy, pero no demasiado como para que se pensarán que era un antecedente a las señoritas de la Casa de Campo. Que le encajara perfectamente, es más, que aunque su uso solo fuera para dormir y pasear por la casa, le quedara como el vestido más cara que nunca se pudiera comprar. Unas zapatillas que fueran totalmente de acorde con ese pijama, y que fueran especiales, el pie de un animal, una comida con ojos, cualquier cosa. También, estuvo diseñando y dibujando cuadros para poner en las paredes, cuadros que le recordaran a su familia, a sus amigos, a su pasado. Cuadros que había hecho durante el bachillerato, pero versión 2.0, es decir, versión mejorada.  Se había dedicado un verano entero en buscar todos estos fragmentos para que la imagen que pudiera dar los primeros días, antes de llegar a conocer a sus compañeros, fuera la ideal.

Faltaban escasas veinticuatro horas para coger el coche y marcharse 637 Km al noreste de su casa. Había una dualidad en su interior, no quería marcharse, para no dejar atrás a su familia y sus amigos, pero estaba nerviosísima y excitada por emprender una nueva vida, desde cero, en otro lugar, sin ataduras. Sabía que no iba a ser fácil, pero iba a ser casi perfecto. Cuando empiezas totalmente desde cero, en un sitio en el que nadie conoce tu nombre, nadie sabe quién eras, que quieres, que has hecho, simplemente van a concerté desde cero, sin prejuicios… Sería como un pequeño trozo de paraíso.  Tenía creadas muchas expectativas con esa aventura, pero a la vez estaba preparada por si todo acababa mal y más que paraíso se convirtiera en infierno. Había escogido los detalles perfectos para que todo fuera bien. Alquiló una habitación en una casa grande, compartida con tres chicas y cinco chicos más. Casi todos hacían diferentes carreras, aunque dos chicos compartían la misma. Ya les había agregado al Facebook, ya sabían cómo iban a ir asignadas las habitaciones, de quien eran las plazas del garaje,  como iba a ir el planing de limpieza, de salida, de cocina… Tenían casi todo detalladamente organizado, todo aquello que era necesario organizar. Llegarían todos el mismo día. Ninguno se conocía físicamente, iba a ser todo tan genial.

Creo que no os he dicho como se llama, su nombre es Sara. Dedicaría unas líneas a describírosla, tanto por dentro como por fuera, pero no creo que sea necesario. Es más, quiero que lleguéis a conocerla desde cero, sin prejuicios, que no tengáis ningún antecedente de mi visión objetiva sobre ella.  Poco a poco os iréis dando cuenta de que es la chica más normal y a su vez más rara que os hayáis encontrado. Simplemente digamos que es una chica, de diecinueve años.

Era la última tarde que Sara estaría en su casa, había quedado con todos sus amigos para despedirse, su madre ya había empezado a llorar su marcha aunque ni siquiera se hubiera ido. Odiaba las despedidas, no sirven de nada, es como muchos de los convencionalismos de la sociedad. Despedirse, llorar y prometer mantener el contacto, promesas que todas las partes saben que no van a ser reales. Lagrimas de cocodrilo por parte de muchas de las personas, que simplemente actúan para que no se piensen que son menos sensibles. Palabras de mantener el contacto que se  borraran de las bocas en el mismo momento que te des la vuelta para marcharte. Regalos que “simbolizaran” una amistad eterna y que no duraran más de tres meses y medio exactos. Malditas despedidas.


Tras mucha parafernalia, actuación merecedora de un Óscar, se fue a casa, ceno con toda su familia y volvieron las lágrimas. La pequeña diferencia entre estas y las de cocodrilo, es que las de la familia son reales, te van a echar de menos de verdad. Tu falta hará que el día a día cambie, aunque sea por un beso, pero tu madre al día se ahorrará un beso más que tendrá que guardar para cuando vuelvas. Esa noche, su padre la ayudó a cargar el coche y le dio un pequeño consejo, no era nada especial, pero su frase se le grabó. Después de despedirse de su madre, acurrucada en su cama, su padre que aunque no quisiera derramó alguna lágrima al verla bajando la escalera y su hermana, que aunque la hace ver que no la quiere, en el fondo sabía que la iba a echar mucho de menos, se metió en su cuarto. Eso si que lo iba a echar de menos, millones de cosas que la hacía sentirse segura, la cama con el colchón más perfecto que jamás hayáis probado. Su corcho lleno de entradas de cine y teatros, que nunca volvería  a ver pero que le recordaban algo de su pasado.  Todos los pequeños de los que estaba llena la habitación que la hacían especial, la hacían simplemente suya. Despidiéndose de cada uno de los peluches que tenía sobre la cama, se metió en ella, y miro por última vez, el techo lleno de estrellitas y ositos que desde pequeña había colocado con mucho cuidado y amor. No pudo dormir mucho esa noche, estaba nerviosisma por saber que le esperaba esa aventura. La razón de su marcha, era perseguir uno de sus sueños. Quería ser fotógrafa, y aunque se encontrara en la capital, solamente tenía la opción de estudiarlo a muchos largos kilómetros de casa.