domingo, 8 de septiembre de 2013

eso

     Él cruzó la puerta, yo seguí ahí, tumbada en la cama, leyendo mi libro como si fuera ajena a todo lo que él hacia, miraba o decía. Tenía que seguir con mi falso fingimiento de lo sumamente cabreada que me encontraba en ese momento. (¡Sabéis de lo que hablo perfectamente, hacerle sufrir un poquito haciendóle pesar que estás muy enfadada, cuando no es así. Volvamos a la historia). Escondida detrás de mi libro, observaba por el rabillo del ojo lo que él hacia. Me miraba, sabía que le estaba mirando, me sonreía y yo me volvía a esconder detrás de mi libro a esbozar la mía.

     Pasamos así como media hora, cada cierto tiempo yo pasaba una página para que mi coartada no fallara en ningún momento. Él estaba simplemente concentrado en mirarme y sonreírme, estábamos los dos cien por cien metidos en el juego, no sabía como iba a terminar pero era divertido jugar. Cerré el libro, supuestamente lo tendría que haber acabado... ¿Y ahora que hacía para seguir fingiendo mi enfado?, necesitaba pensar algo rápido. Y le miré, ahí estaba, sentado en la cama a mi lado, mirándome fijamente.  Le di la espalda, ya no podía aguantar mi sonrisita, como me encandila este hombre.

     Ya no le veía, asique no podía intuir ninguni de sus siguientes movimientos. Sumergida en lo que podria pasar, noté un dedo sobre mi espalda, dibujaba figuras raras. Mientras mi piel se erizaba, hacia como que no sentía nada... Oí una carcajada, y de pronto... muchos besos por la espalda. Mas caricias, mas besos y tontunas de esas que nos vuelven locas a las chicas.