sábado, 8 de junio de 2013

agh!

Tenerle miedo a la cama. Entretenerte con cosas estúpidas para mantener tu mente alejada de la temida almohada. No querer dejarte caer en ese pequeño rectángulo que ocupa la mitad de tu diminuta habitación. Forzar tus ojos para que se mantengan abiertos lo mas posible y así no tener que obligarte a tumbarte sobre ese mullido pedazo de tela y tejidos. Desear que llegue el día y nunca llegue la noche.

Cogerle miedo a ese pedazo de cielo. Antes de dormir, sobre ella, disponemos nuestra mente a vagar por el mundo del subconsciente, de los pensamientos y de las realidades abstractas del mundo. Saber que vas a superar a tus fuerzas en cuanto tu cuerpo la roce. Cansado de pensar, de divagar y de no saber que. Y es que, es a la única a la que no le puedo ocultar lo que pasa por mi cabeza, que me hace soltarselo todo, y aunque ella no contesta, hace que aclares o enredes tus pensamientos, más de lo que ya lo puedan estar. Dormir de pie sería genial.

Aunque no todo es temible, también junto a ella vives momentos mágicos, indescriptibles. Cuando viste aquella película con las que se convertirían en las personajas de las más importantes. En la que planeaste un futuro, en la que te has reído hasta casi caer desvanecido. En la que probaste las galletas improvisadas. En la que has inventado millones de historias. La que ejerce tanto de sofá, como de silla cuando falta, como de estantería, como de escondecosas, como de sujetapeluches...  En las que probó las aberraciones que hacías de comer. En la que has volado, soñado. ¡¡MALDITO TROZO DE ESPUMA Y TELA!!

Alargo las horas, porque necesito que mi mente deje de ejercer su función y simplemente se tumbe sobre la cama, se relaje y duerma.