domingo, 25 de noviembre de 2012

Viajes


El sueño te invade, todas y cada una de las moléculas de tu cuerpo están agotadas, ya no pueden mal. Tienes calor, tienes frio y vuelves a tener calor. Te molesta la ropa, los zapatos, el pelo, las uñas… No estás cómoda en ninguna de las tres mil posibles combinaciones que tiene tu cuerpo de retorcerse en esa silla. Pero en cambio, tu solo piensas en no moverte demasiado para no molestar a los cinco desconocidos que tienes a tu alrededor.

La desesperación y la falta de sueño, hace que decidas salir huyendo de ese cuarto con seis butacas, tu habitación de una noche. Con la precaución con la que una leona acecha a su presa, coges todo el material posible para aguantar durante horas en una falsa cafetería.  Pasas por el vagón, (que sigue los mimos planos que el de Harry Potter es más, hasta creo que he visto a Hagrid por ahí)

Te sientas a imaginar que hacer durante las casi seis horas que te quedan. Enciendes el ordenador con la falsa esperanza de que allí este la solución a tus problemas, cualquier cosa, un rayito de esperanza que haga que tu desesperación se reduzca en muchos puntos.  Pero todo esfuerzo es inútil, por mas que lo intentas ese tren nunca llega a su destino, las horas se hacen años y los minutos meses. 

5:00 a.m. Por fin llegas a tu destino, y solo piensas en volver a darle calor a esa cama que te ha echado de menos, y abrazar a aquel peluche que aunque invade tu cama, ha soportado todas tus cosas. 

Volver a casa nunca fue tan largo.