jueves, 18 de abril de 2013

Te dejo mi playa

Siéntate, respira hondo, muchas veces lo vemos todo mil veces peor de lo que es. Mírame,  sigue fijándote en mi respiración, así  despacio... inspira... expira... tranquilo. Túmbate, cierra los ojos, no tan fuertes, simplemente déjalos caer... ¿Oyes el ruido de las olas?, van y vienen, tranquilas, se toman su tiempo para romper de una forma perfecta, mágica,  no tienen prisa. ¿Lo ves?, El agua es azul, azul clarita, celeste ligeramente enverdecido, pero cuando rompe en la orilla, se vuelve blanca, espuma. Mira arriba, el cielo es azul, azul intenso, tan intenso que casi parece imposible, unas cuantas nubes juguetonas hacen que esa perfección de vez en cuando desaparezca. No ves el fin de la playa, la arena, de color ocre muy blanquecino no termina nunca, podrías andar años, que nunca llegarías al final. Unas cuantas palmeras han querido formar parte de este paraje, verdes intensas, quieren llegar a tocar ese cielo, aquellas nubes. Quieren crecer hasta llegar un día a coger un pedacito de ese algodón dulce. El sol, deja reflejos en el agua, que la hacen... quizás la hace más deseable, un sol que va conforme a toda la playa, es, simplemente, perfecto. A lo lejos, muy lejos, se puede ver como un río desemboca en nuestro mar, a lo lejos, las rocas rompen con la llanura de la arena. No hay pasos, no hay nada, solo tú y yo.

 Dame la mano, y sigue conmigo. Te has quitado los zapatos, sientes millones de pequeños granitos de arena en tus pies, y el agua, ligeramente fresquita llega a tus tobillos, no quiere molestar, simplemente te roza cariñosamente los pies, quiere jugar contigo. Un paso, otro, pero sin prisa, empiezas a andar por aquella playa, la arena y el agua siguen invitándote a hacer castillos de arena, como cuando eras pequeño. Es sol va cayendo poco a poco sobre el horizonte, las gaviotas se quieren ir a dormir, todo está en una perfecta calma, solo oyes ese continúo vaivén.

Anda todo lo que quieras, la orilla terminará donde tu quieres que te termine, puedes seguir en esta playa el tiempo que quieras. Observa la puesta del sol, como el cielo poco a poco va cambiando de color, se va volviendo anaranjado, se va fundiendo con la linea que separa el cielo del mar. Es grande, quiere terminar de iluminar hasta los últimos recovecos de la playa, pero se está quedando sin tiempo. Cada vez se vuelve más intenso el color del cielo, te engancha, te hipnotiza. Te dejas caer sobre la arena, hundes los pies ligeramente, pero por favor, no me sueltes. Los granitos están un poco fríos,  pero se amoldan perfectamente a tus pies. Tus ojos están hipnóticos mirando como el sol va cayendo, tus manos no paran de coger puñados de fina arena blanca y dejarla caer poco a poco, una y otra vez. Los granitos se quedan en tus manos, esperando juguetonamente a la siguiente tanda. Túmbate y dejáme que me pierda en tu mirada, en este momento, ya está, justo ahí, no hay ni una sola cosa que cambiaría de este momento.

No te muevas, sigue atento a tu respiración, no hay prisa, no hay tiempo, que más da. Quédate en la playa el tiempo que necesites, te la dejo, es tuya hasta que quieras. Tú solo, no vuelvas a llorar, no vuelvas a no sonreír,  te regalo mi playa para todos aquellos momentos que la necesites, es tuya. Cuando la necesites, cierra los ojos y vuelve allí, que estés donde estés, a mi lado o en otra galaxia, allí podremos estar juntos y olvidarnos de este mundo. Te quiero.  

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