miércoles, 5 de marzo de 2014

Dulce introduccion al caos. Capitulo 4

- ¡Que buena es esta canción! - no paraba de repetirse mentalmente mientras que seguía inmersa en su mundo.

Llevaba una hora más o menos metida en aquella cúpula y había escuchado como mucho cinco canciones. Cada dos por tres volvía a escuchar la de Imagine Dragons. No entendía porqué pero esa canción tenía un noseque y un queseyo que hacía que no pudiera parar de escucharla.

Tenía cosas que hacer para la universidad, pero intentaba alargar lo máximo posible el tiempo en su mundo. Miraba el reloj y calculaba las horas que podía pasar haciendo los deberes, luego hacía un cálculo mental redondeando a su favor, y decidía que aun podía pasar un rato más en aquella burbuja. De esta forma pasó la mitad de la tarde, antes de que se decidiera hacer algo.

No sé muy bien que pasa, en las tardes que son como esta, que cuando te quieres dar cuenta entre tu mundo y los deberes, ha pasado ya casi toda la tarde y no te ha cundido tanto como esperabas. Esto le pasó a Sara, cuando se quiso dar cuenta, estaba Marta en la habitación con ella preguntándole que quería de cena. Bajaron las dos a la cocina, se iban a hacer una ensalada y poco más. Se habían puesto moradas con la paella y tampoco tenían muchas ganas de cenar mucho.

Abajo, estaban todos reunidos entornos a la televisión, como todos los domingos por la noche echaban Modern Family en Neox. Pasaron de largo. Se pusieron a preparar su mega-ensalada, era fácil y estaba deliciosa: Lechuga, palitos de cangrejo, maíz, queso y, lo que a todo el mundo le parecía rarísimo, piña. Mientras preparaban aquel manjar, Sara se dio cuenta de que había demasiado silencio para estar con Marta, nunca la había visto tan callada.

- Va, Marta, suéltalo.

- ¿El qué?, no pasa nada - contestó ella sin apartar la mirada de la lechuga

- Venga siempre estas contándome cosas, no te gustan los silencios, y llevas 10 minutos sin decir ni una palabra... ¿Qué pasa? - Palabras que iban seguidas de la mirada de "te he pillado"

- Estoy un poco cagada, con el tema de la puerta y todo esto, no te lo he querido comentar porque no quiero parecer una miedica, pero la verdad es que me da mucha cosa... no se... rayadas mías supongo.

- Ei, va, no te preocupes no pasa nada, en el fondo a todos nos da un poco de yuyu, al menos intriga, pero bueno, piensa que seguramente no sea nada.

Marta sonrió, aunque sin mucha convicción y volvió a su ensalada. Sara no sabía muy bien que decir, sentía lo mismo que ella pero no lo quería admitir. En el fondo todos se sentían un poco así. Enseguida Marta sacudió un poco la cabeza, como negando todo en el mundo y volvió a hablar.

- ¡TIIAAA! ¡Que no te has enterado!

- ¿Qué pasa?

- Al final Anna y Jordi están como de rollo, que lo han estado hablando y tal y que quieren ver "cómo va la cosa", algo así. Asique ya tenemos la primera parejita de la casa... - Sara puso cara de sorprendida, aunque en realidad le daba igual - Bueno... y creo que ya sabemos cuál será la segunda ¿no? – mientras ponía la misma cara que le había puesto Sara unos minutos antes.

- ¿Qué? ¿Qué dices? ¿Quién es la segunda?

- Nada, yo no digo nada, que si no luego todo se sabe.

Sara se quedó dándole vueltas al asunto durante un rato. ¿Qué narices pasaba? Decidió que llevaba un día en el que el cupo diario de pensar estaba más que cubierto y que, si seguía así, la cabeza empezaría a echar humo y explotaría. Así que, dejaría las palabras de Marta a un lado y se centraría en cenar e irse a dormir. Mientras que cenaban, estaban hablando de los mismos únicos temas que se habían hablado durante el día.

Estaban todos sentados alrededor de la caja tonta, sin hablar, ni hacer el más mínimo ruido. Dejándose atrapar por aquellos personajes amarillos animados, cuando de repente se fue la luz. Unos cuantos, pusieron el flash del móvil a modo de linterna y emprendieron su camino hacia los interruptores. Xavi se limitó a gritar desde su cuarto: "¡La luz!". Mientras tantos todos estaban con el móvil, mirando las diferentes redes sociales, contestando mensajes o simplemente jugando a algún juego. Pasó un segundo, o ni siquiera todo eso, cuando volvió la expedición encargada de encender la luz:

- Oye, que no hay ningún interruptor bajado, no sabemos cómo volver a poner la luz - dijo el capitán de la expedición: Jordi.

- Que sí tío, tiene que haber alguno, si no tenemos que llamar a un electricista y es toda la putada.- Pedro

- Ve tú si quieres...

No dejaron terminar la conversación cuando se oyó como alguien golpeaba la puerta. Todos se asustaron, no se lo esperaban. Se miraron los unos a los otros en silencio. Jordi y Pedro fueron los valientes que cortaron ese juego de miradas y se fueron a abrir la puerta. Por muy machitos que se hiciera, y quisieran aparentar que nada en el mundo entero les daba miedo, se acercaban muy despacio, mientras seguían oyendo los golpes. Las mentes de todas las personas que había en aquella casa no hacían más que imaginarse todas las opciones posibles como con la puerta. Jordi cogió las llaves que estaban colgando de la cerradura de la puerta, las giró dos veces, miró a Pedro. Este le devolvió un gesto de "venga ábrela". Jordi siguió con su procedimiento, lento y acojonado. Bajo el manillar, antes de abrir la puerta definitivamente volvió a chequear la cara de Pedro, nadie podía aguantar más la tensión.

- ¿Que cojones pasa? - Todos saltaron de sus sitios y miraron hacia donde procedía la voz, era Xavi.

Nadie le hizo caso, con la mirada le mandaron callar. Jordi consiguió abrir la puerta finalmente, parecía una de aquellas veces en las películas que alguien llama a la puerta y solo hay un paquete en el suelo. Nada más.  Siguiendo el protocolo de Hollywood miró hacia afuera, a ver si por alguna casualidad el asesino se dejaba ver por alguna esquina. Cogió el paquete, y nada más cerrar la puerta, la luz volvió. La sensación y la atmosfera que se respiraba no es fácil de describir, unos estaban acogonados, otros simplemente intrigados, todos estaban callados, la tele se había vuelto a encender y junto a ella unos cuantos sustos se propagaban por el aire.  

Un paquete encima de la mesa, todos sentados alrededor de este, sin hablar, mirando fijamente como si tuvieran rayos X y pudieran descubrir que había en su interior. Era un paquete pequeño, no más grande que una caja de zapatos, ni siquiera más grande que un libro. Sin remitente ni destinatario, característica obvia en estas ocasiones.
-¡Ya está! ¿¡Estoy harta, que narices pasa aquí!? – Decía Carla mientras se levantaba del sofá, en una mezcla de enfado y miedo.

-¡Cálmate, seguramente no sea nada! – gritó alguien desde el otro ricón del salón, seguramente o Pedro o Rubén – Esto parece una película mala de Hitchcock
-Bueno abrimos esto… ¿O qué? – dijo Sara

Gerard fue el primero en atreverse a tocar el paquete de nuevo, rompió el celo que cubría todo el paquete, de este marrón que solo usas cuando es algo muy importante, cuando te quieres asegurar de que nada le pueda pasar a lo que hay en su interior. Buscó la solapa que estaba más fácil de abrir y tiró de ella. Este movimiento hizo que lo que había en el interior del paquete saliera desparramado por toda la habitación. Un vaso de la fiesta del día anterior, una carta lacrada y una llave.

-¿Qué narices? – Volvió a decir esa voz que Sara no podía identificar
-Lee la carta ¡ya!

Por suerte o por desgracia, la carta había ido a parar a los pies de Anna. Esta la cogió y mirando a todos sus compañeros la abrió:

No podéis hacer más fiestas en la casa.
                                                                           Fdo. El casero”

Tras un silencio y otro juego de miradas, Jordi rompió el silencio:

-Esto es una broma de alguien, o algún vecino amargado que no echa una cana al aire desde hace mucho. Se aburre y esta mañana ha decidido hacernos de señora de la limpieza. ¡Bah!

Nadie le contestó, unos cuantos asintieron aunque sin mucha convicción, mientras que los otros se dedicaban a mirar a puntos inconcretos de la habitación buscando su propia historia en la cabeza. Podía ser el verdadero casero que estaba cabreado por cómo le habían dejado el jardín, asique después de limpiarlo decidió meterles un poco de miedo en el cuerpo. Podía ser alguien de la fiesta que en su eterno aburrimiento les había hecho esa carta, aunque eso no le daba explicación al jardín. Había tantas opciones y algunas que daban tanto miedo que era mejor ni pensarlo. Volvió la misma lluvia de ideas que había ocurrido con la puerta. Millones de posibles posibilidades que dejaban volar la imaginación de una generación adicta a las telenovelas y los reinos medievales.

Conclusiones, no sacaron ninguna. Aunque poco a poco quedaba menos gente en el salón que diera su opinión. Ahí sí que pasaron horas, aunque a ellos mentalmente no les pareciera tanto tiempo, los ojos de algunos empezaban a cerrarse aunque fuera la situación más interesante que les hubiera pasado en mucho tiempo. Xavi fue el primero en desaparecer, que tras leer la carta y decidir que todo era una broma o un vecino enfadado se volvió a encerrar en su habitación. Anna y Jordi le siguieron a la hora o así. Y poco a poco en el salón solo quedaban Gerard, Rubén, Marta y Sara. Marta se moría de sueño, pero tenía tanto miedo que no se iba a ir a la habitación sola, por lo que estaba esperando en un sofá a que su compañera de habitación decidiera que tenía sueño. Pero a Sara siempre le habían encantado las novelas tipo C.S.I y Sherlock Holmes, por lo que escuchar los relatos de los demás era demasiado interesante como para sustituirlo por su cama.


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