domingo, 2 de enero de 2011

Dicen de un treinta y uno de diciembre.II

Una vez me contaron una historia, decian que el treinta y uno de diciembre, por cada uva que te tomaras podias pedir un deseo. Daba igual el tamaño del deseo y el tamaño de la uva. Tenias solo tu mente y tus sueños, para que a la vez que: toda tu familia miraba atonita al televisor, te las ingeniabas para coger las uvas de una copa de champange en la que tus dedos no entraban, todo Madrid miraba atonito a un reloj, mientras todo eso pasaba tu podias pedir deseos.
De pequeña era facil que esos deseos se te cumplieran, primero porque no eran doce ya que casi nunca me las tomaba a tiempo. Y lo segundo todo tenia que ver con los Reyes Magos y los millones de regalos que iban a traer.
Ahora, odio nochevieja, odio el momento de tomarte las uvas, se me pone un nudo en el estomago, mis ojos se llenan de lagrimas y evito derramar ninguna. No puedo casi respirar. Doce campanadas inutiles que solo quieren reflejar que efectivamente, seguramente, nos vamos ha hacer un año mas mayores. Y que por muchas cosas que digamos cumplir, todo va a seguir igual. Si de verdad quisieras hacerlo no importaria el dia que fuera, un tres de agosto o un cinco de diciembre, un veinte de mayo o un siete de enero. ¿Los deseos? Los deseos y los propositos se quedaron en el olvido junto a ese BabyBorn que nunca tuve. Porque en nuestro calendario, vayamos a sumar un numero mas, en una cifra que se mantiene 365 dias quieta, no implica ni que vayamos a ser mejores personas, ni que dejemos los vicios ni nada de eso. Porque la magia de las uvas del 31 de diciembre no existe.

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